Antonio Liz

Historiador marxista

Syriza, en la curva del camino

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La abultada victoria electoral de Syriza el domingo 25 de enero, a dos escaños de la mayoría absoluta, ha llenado de esperanza a una gran parte del pueblo trabajador griego y a grandes sectores populares del sur de Europa.

Lo primero que hay que constatar es que el 36,34% de los votos emitidos que ha sacado Syriza es una manifestación epidérmica del descontento social que tiene la inmensa mayoría del pueblo griego, producto del drama social que está viviendo por culpa de los planes del capital financiero implementados por los políticos y funcionarios de la troika (Comisión Europea, Banco Central Europeo y Fondo Monetario Internacional) con el objetivo de hacerle pagar a las trabajadoras y trabajadores y a los sectores populares medios la crisis capitalista que la misma burguesía financiera generó y de la que, en un giro cruel pero lógico por ser suyos los gobiernos existentes, es la máxima beneficiaria concentrando más capitales y riqueza que antes de la crisis.

Para una gran parte del pueblo trabajador griego la victoria de Syriza genera grandes esperanzas, porque estima que a través de ella se puede terminar con la política de sobreexplotación de la clase trabajadora que ha generado el ataque combinado de la burguesía financiera sobre los salarios directos (sueldos), indirectos (sanidad y educación) y diferidos (pensiones), la marginación de sus parados (sin cobertura de paro permanente) y con los recortes de las prestaciones sociales (de las que se ocuparán las mujeres trabajadoras), política calificada con el cínico eufemismo de austeridad como si todos lo pasasen mal cuando la gran burguesía goza de un tren de vida insultante.

Syriza ha ganado las elecciones con un mensaje central, terminar con la política de austeridad. Para ello luchará por renegociar con la troika de prestamistas una quita de la deuda griega –en el mejor de los casos- o una restructuración y una forma de pagarla no tan gravosa para, de esta forma, poder invertir en la reestructuración del tejido económico y social, en la economía productiva y en prestaciones sociales. El gobierno de la UE, el BCE y su aliado el FMI no se van a plegar con facilidad a renegociar la deuda en un sentido democrático razonable, pensando en el bienestar de los sectores populares griegos, porque aparte de que esto les importa un comino, la denominada política de austeridad es una necesidad material para la propia burguesía europea occidental para enfrentar la lucha económica con otros sectores de la burguesía internacional en una época de aguda crisis de su propio sistema.

Syriza para tener un gobierno estable ha adoptado como socio al partido Griegos Independientes (ANEL). Este es un partido de la derecha, que proviene del partido que gobernaba hasta estas elecciones, Nueva Democracia, y que fueron expulsados de él por oponerse a la deuda, único punto de encuentro con Syriza. Griegos Independientes es el penúltimo partido del Parlamento, empatado en números de diputados, 13, con el partido de cola, los socialdemócratas del Pasok, que perdieron votos y escaños en relación con las legislativas del 2012 (tenían 20). Pero la relevancia política de ANEL es ya de primer nivel, tanto que su líder, Panos Kamenos, ha conseguido el ministerio de Defensa, es decir, controlará el aparato represivo del Estado por excelencia y lo hará manteniendo una ideología ultranacionalista en las fuerzas armadas ya que sólo quiere pureza de sangre en sus componentes, lo que es todo un canto protofascista. No sólo esto, también para entrar en el gobierno le ha impuesto a Syriza limitar las relaciones con Turquía y que deje de lado derechos civiles básicos como que las parejas gays puedan adoptar hijos. Además, es un partido declaradamente homófobo y anti-inmigrantes, es decir, racista.

Esta combinación Syriza-Griegos Independientes hace difícil, por no decir imposible, calificar a este gobierno como un gobierno de izquierdas. Sería más preciso decir que esta combinación hace un gobierno de “salvación nacional”, de colaboración de clases, lo que en la práctica significa subordinar a la clase trabajadora al sector de la burguesía patriótica griega. Así, estaríamos ante un gobierno reformista-patriótico que querría restaurar la soberanía del Estado fundamentándola en la buena salud económica de la burguesía nacional cumpliendo el Estado-gobierno el papel de repartidor de la riqueza vía impuestos, leyes laborales progresivas (elevando el salario mínimo, por ejemplo) y prestaciones sociales. El problema que tiene el gobierno Syriza-Griegos Independientes es el problema congénito que tiene todo gobierno reformista, que vaya por donde vaya, camine por donde camine, termina subordinándose al gran capital. Y esto no es por una maldad política preconcebida sino por su cortedad de miras ya que los reformistas se proponen reformar el capitalismo y no derribarlo. Los reformistas, llámense de izquierdas, como el caso de Syriza, díganse ni de izquierdas ni de derechas, como es el caso de Podemos en el Estado español, siempre terminan en el más puro oportunismo. Y esto es inevitable porque al no tener una sociedad alternativa que ofrecer su propia dinámica política les lleva a caer en los brazos de la clase social dominante, de la burguesía, que sí tiene un modelo propio de sociedad. A lo único que pueden aspirar verdaderamente los reformistas es a proponer un régimen político más democrático –su máxima expresión es la República burguesa- con el objetivo de lavar los establos del Estado burgués otorgando mayores derechos civiles y matizando efectos del sistema como la corrupción. Así, el problema político de los reformistas es que al no luchar por construir una sociedad alternativa al capitalismo nunca enfrentan la causa central de todos los problemas del capitalismo, la esclavitud asalariada, razón por lo que no hay ninguna posibilidad de terminar con los problemas reales de la sociedad capitalista.

Si bien los límites estratégicos del reformismo ya han quedado apuntados, el gobierno Syriza-Griegos Independientes aun queriendo lavar los establos de un eslabón débil de la Unión Europea, el Estado griego, no lo va a tener fácil porque el éxito de la política de renegociación de la deuda en Grecia tendría un efecto dominó en el sur de Europa de tal forma que los partidos reformistas que acojan en su programa la renegociación de la deuda tendrían una lanzadera electoral en el caso griego, además de en las particularidades nacionales. Por otra parte, los líderes de la Unión Europea tampoco viven en el mejor de los mundos posibles ya que si ceden el ejemplo del fenómeno reformista se extenderá atacando las necesidades de estabilidad presupuestaria que tiene la burguesía alemana para competir en la arena internacional y si no cede en Grecia se puede dar un proceso de radicalización social de consecuencias imprevisibles, y esto tampoco lo quiere la UE.

En esta coyuntura altamente contradictoria, donde las acuciantes necesidades materiales de las grandes masas chocan objetivamente con las imperiosas necesidades económicas de la gran burguesía, es donde se verá tanto el límite del reformismo como el fortalecimiento de fuerzas políticas que quieren derruir el capitalismo o bien reconvertirlo a través de un Estado autoritario. Todo lo que ocurra en Grecia va a influir directamente en el sur de Europa (y en el conjunto de la UE, aunque con ritmos diferentes), sea cual sea la salida que se dé. Si la troika se cierra en banda no puede descartarse que el gobierno Syriza-Griegos Independientes acuda a apoyarse en las movilizaciones sociales para enfrentar la terquedad de la troika. Si esta hipótesis se diera la dinámica política desembocaría en un escenario de radicalización social.

Llegados aquí téngase en cuenta que a la izquierda de Syriza está el Partido Comunista de Grecia, el KKE, con 15 diputados, dos más que el partido cogobernante Griegos Independientes, que tiene tradición histórica e implantación social. Si ahora el KKE abandonase el nefasto ejercicio de dejar en compartimentos estancos las diversas luchas de la clase trabajadora y se propusiese una política de frente único obrero que ayudara a aglutinar el conjunto de las luchas de la clase trabajadora, podría jugar un papel muy progresivo.

También a la izquierda de Syriza está una pequeña organización anticapitalista, Antarsya (“Motín”), que si bien es muy débil electoralmente ya que está lejos del mínimo del 3 por 100 para entrar en el parlamento, si trabaja también en la línea de frente único puede consolidarse como una organización con introducción social, pero para esto tiene que empezar por desembarazarse de alianzas puramente electoreras tipo Plan B porque para salirse del euro hay que conquistar previamente el poder. Ni el KKE ni Antarsya están por la defensa de la Europa del capital y crecer está en sus manos.

En Grecia ya está planteado socialmente el papel de la Unión Europea y del euro. Durante toda la campaña el líder de Syriza, Alexis Tsipras, se ha encargado de aclarar que no van a salir del euro, que lo único que quieren es renegociar la deuda con un acuerdo “beneficioso para ambas partes”. Anotar que salirse del euro en el marco del capitalismo sería una auténtica ruina para la clase trabajadora ya que vería descender brutalmente su salario y el patrimonio nacional podría ser comprado a precio de ganga por la burguesía internacional. La salida del euro sólo se puede hacer nacionalizando la banca y las grandes empresas y declarando invendible el patrimonio nacional y esto, en rigor, sólo lo puede hacer un gobierno de la clase trabajadora, no el gobierno Syriza-Griegos Independientes. Un gobierno de la clase trabajadora sí tendría que llevar a Grecia fuera del euro y de la Unión Europea porque los intereses de la clase trabajadora lo demandarían. Por eso un gobierno de la clase trabajadora en Grecia no pagaría la deuda y nacionalizaría las grandes empresas y la banca de inmediato y socializaría la política al extremo haciéndose cargo la clase trabajadora de todos los resortes económicos y sociales del Estado y llamaría a la clase trabajadora europea e internacional en su ayuda al mismo tiempo que se solidarizaría con sus luchas ya que si la conquista del poder se quedase reducida al marco nacional la derrota estaría garantizada. Solo así se puede salir de la UE y del euro, con una estrategia de construir una Europa de los Pueblos, unos Estados Unidos Socialistas de Europa porque la autarquía, vístase como se vista, no es una salida.

Hay que ser plenamente conscientes que el fracaso reformista en Grecia si no abre el camino a un gobierno de la clase trabajadora llevaría a una gran desilusión de las grandes masas populares y sus sectores más débiles políticamente girarían la cabeza hacia la extrema derecha, Aurora Dorada (que tendría rápidamente socios que son actualmente “demócratas”). Quien hoy considere que el fascismo en Europa es una cosa del pasado es un iluso, si la clase trabajadora se moviliza y la burguesía no puede contenerla a través del reformismo la burguesía acudirá al fascismo, como ya hizo antes. Sólo hay que ver un movimiento y un partido de extrema derecha con raíces en el pleno corazón de la Europa Occidental continental, Pegida en Alemania y el Frente Nacional en Francia, para que se nos quite la idea de que los Estados autoritarios en Europa hoy no son posibles. Cuidado, el peligro de Estados protofascistas en la Unión Europea no es ninguna quimera si la izquierda revolucionaria no conquista una gran influencia entre la clase trabajadora.

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Esta entrada fue publicada en 12 marzo, 2015 por en Artículos y etiquetada con , , , .